Respuestas a las Oraciones
No se puede leer extensamente acerca de nuestra herencia cristiana sin sentirse impresionado con la importancia de la oración ferviente en establecer movimientos y fortalecer espiritualmente a grandes hombres y mujeres de Dios en el pasado. Los grandes períodos de avivamiento y actividad evangelística han sido usualmente precedidos por tiempos de oración sincera. Sin embargo, en la actualidad parece que encontramos poco tiempo para dedicar a la oración. Estamos preocupados por otras cosas, y nos engañamos a nosotros mismos al hablar de la calidad de nuestras oraciones en vez de su cantidad.
Estamos prestos a desarrollar programas y establecer imperios, y así nuestra vida de oración se vuelve algo vacía, rutinaria y mecánica. Entonces, nos preguntamos por qué no tenemos poder de Dios, y la genuina espiritualidad nos parece difícil de alcanzar—aun cuando las cosas externas parecen andar bien. Algunos manifiestan expresiones detractoras acerca de la santidad y la piedad como si fueran señales de compromiso o mero sentimentalismo. No obstante, cuando pensamos seriamente acerca del asunto, es obvio que los programas humanos y métodos carnales son pobres sustitutos del poder de Dios en respuesta a la oración ferviente de su pueblo.
Uno de los problemas que enfrenta una institución educativa, que se propone preparar personas para el ministerio vocacional cristiano es éste: ¿Cómo se puede enseñar a los alumnos la importancia vital de la oración perseverante—cuando, a menudo, no han experimentado esa realidad en su propia vida, en la vida de los miembros de su familia, o en sus iglesias locales? ¿Qué puede hacer una escuela para contrarrestar esto? (1) Podemos ofrecer cursos en la vida espiritual que enseñen estas verdades; (2) Podemos enfatizarla a través del currículum en cada clase; (3) Podemos asignar lectura que relate la gran obra de Dios en tiempos pasados, en respuesta a la oración sincera; (4) Podemos modelar estos conceptos como parte de nuestra propia vida y ministerios; (5) Podemos proveer momentos específicos apartados para oración sincera y concentrada con otras personas de igual mentalidad que toman las cosas de Dios en serio; (6) Podemos traer conferencistas que pueden reforzar estas verdades. ¿No podría un preocupado pastor adoptar algunas de estas mismas sugerencias para traer estas verdades a su congregación?
Sin embargo, debemos tener cuidado, para que no se desarrollen sólo formas externas sin la realidad genuina e interna de oración piadosa. Esta oración piadosa consiste en varias cualidades esenciales que marcarán nuestra oración, si esperamos ver otra vez la mano de Dios Todopoderoso al contestar nuestras peticiones.
¿Cuáles son algunas de estas cualidades esenciales?
(1) Justicia. La Biblia nos dice que “la oración eficaz del justo puede mucho” (Santiago 5:16b). El profeta reprendió a Israel al decir: “Vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír” (Isaías 59:2). Si esperamos recibir respuestas a nuestras oraciones, debemos estar en terreno de oración—espiritualmente en armonía con Dios, habiéndonos arrepentido de nuestros pecados y teniendo el deseo de agradar a Dios en nuestra vida.
(2) Cediendo a la voluntad de Dios. Juan nos recuerda “que si pedimos alguna cosa conforme a Su voluntad, El nos oye” (1 Juan 5:14). En otro pasaje Juan cita a nuestro Señor cuando dijo: “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Juan 15:7). Una importante señal de la oración eficaz es ser sensible a aquello que honraría a nuestro Señor y que cumpliría Sus propósitos. Esto, sin embargo, no debe ser una excusa para la incredulidad en la oración y la adaptación de una actitud fatalista de que “lo que será, será”, ya sea que oremos o no. Por el contrario, una disposición que reconoce que frecuentemente “no sabemos pedir como conviene” (Romanos 8:26,27), y queremos que nuestras peticiones estén condicionadas por la voluntad de Dios.
(3) Fervor. Santiago nos dice que la oración ferviente (eficaz) puede mucho (Santiago 5:14b). Esto conlleva seriedad y propósito; y una gran preocupación de que la prescripción de Dios para Israel y su restauración del pecado dada a Salomón incluye esta cualidad: “Si se humillare mi pueblo,…y oraren, y buscaren mi rostro…” (2 Crónicas 7:14). También se puede ver en las poderosas oraciones registradas en las Escrituras (vea 2 Crónicas 6:12-42; Génesis 18:20-32; Éxodo 32:11-13; Daniel 9:3-19). Pablo habla de ello cuando pide a sus hermanos creyentes: “…que me ayudéis orando por mí a Dios” (Romanos 15:30). Con frecuencia cuando no tenemos ninguna carga, no podemos ver la poderosa mano de Dios moviéndose en nuestro favor.
(4) Persistencia. Algunos han insinuado y hasta declarado que la persistencia en la oración es una señal de incredulidad o el cuestionamiento del deseo de Dios de conceder nuestras peticiones. Sin embargo, esto no es lo que la Biblia enseña. En Lucas 11:5-13 nuestro Señor habla acerca de la perseverancia en la oración, donde una parábola acerca de la necia persistencia se convierte en la base para que sigamos pidiendo, buscando y tocando ante el trono de Dios. Esto también es cierto en Lucas 18:1-8 donde el Señor relata la parábola del juez injusto con el fin de enseñar que debemos “orar siempre y no desmayar” (Lucas 18:1). No dejemos de traer nuestras peticiones ante Dios.
(5) Fe. Muchos pasajes de las Escrituras enfatizan esta esencial señal de la oración piadosa y efectiva. El Salvador mismo claramente enseñó esto en Marcos 11:12-14,20-24. Sus palabras sirven para recordarnos que “todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá” (Marcos 11:24). Es en este contexto que él nos manda: “Tened fe en Dios” (Marcos 11:22). Santiago instruye al creyente para que “pida con fe, no dudando nada” (Santiago 1:6). Algunas veces el pueblo de Dios sólo puede creer, cuando ve cómo la oración es humanamente contestada. Esto no es fe. La oración de fe confía plenamente en que Dios hará lo que es bueno y necesario.
¿Hemos dejado de ver las respuestas a nuestras oraciones? Si no hemos arrepentido del pecado, andamos paso a paso con el Espíritu Santo y su dirección, y si confiamos en que Dios contestará poderosamente, podremos orar con confianza, fervor y regularidad. Y al hacer esto, veremos respuestas a oraciones que nunca creíamos posible.