La Providencia de Dios

“Las obras de la providencia de Dios son aquellas con que santa, sabia y poderosamente preserva y gobierna a todas sus criaturas y todas las acciones de éstas” (Catecismo Menor)

Las Escrituras enseñan de manera clara que todas las cosas fuera de Dios no sólo existen sino que continúan en existencia, con todas sus propiedades y poderes, debido a la voluntad divina. Dios sustenta todas las cosas con la palabra de su poder (Heb. 1:3). Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten (Col. 1:17). “Tú sólo eres Jehová, tú hiciste los cielos, y los cielos de los cielos, con todo su ejército, la tierra y todo lo que está en ella, los mares y todo lo que hay en ellos, y tú vivificas todas estas cosas” (Neh. 9:6).

“Porque en él vivimos, y nos movemos y somos” (Hch. 17:28). Y él es “sobre todos, y por todos, y en todos”(Ef. 4:6).

Las leyes de la naturaleza, el curso de la historia, y la condición de cada individuo son atribuidos a través de toda la Biblia de la providencia de Dios. Todas las cosas, así en el cielo como en la tierra, desde el serafín hasta el diminuto átomo, son ordenadas mediante su providencia infalible. Y tan íntima es la relación entre Dios y toda la creación que un lector descuidado pudiera llegar a conclusiones panteístas. Sin embargo, la personalidad de cada individuo y las causas secundarias son reconocidas plenamente—no como independientes de Dios, sino más bien ocupando sus lugares correspondientes en su plan.

La Providencia de Dios

Además, junto a la doctrina de su inmanencia los escritores de la Biblia nos presentan también la doctrina compañera de su trascendencia, es decir, la que ve a Dios como enteramente separado y por encima de toda la creación.

Sin embargo, en lo que a la providencia de Dios concierne, debemos entender que él está íntimamente interesado en cada detalle de los acontecimientos humanos y del curso de la naturaleza. El Dr. Carlos Hodge dice, “Suponer que alguna cosa es o demasiado grande como para estar incluida bajo su control, o demasiado pequeña como para pasar inadvertida, o que el sinnúmero de particulares pueda desviar su atención, es olvidar que Dios es infinito. El sol difunde su luz a través de todo el espacio con la misma facilidad con que la difunde sobre cualquier punto específico. De la misma manera, Dios está tan presente en todas partes y con todas las cosas como si estuviera en un solo sitio y como si toda su atención convergiera en un solo objeto”. Y añade, “El está presente en cada hoja de la hierba, pero a la vez guía a las estrellas en sus cursos, ordenándolas como a un ejército, llamándolas por sus nombres; también está presente en cada alma humana, dándole entendimiento, dotándola de talentos, obrando en ella así el querer como el hacer. El corazón humano está en sus manos; y a todo lo que quiere lo inclina, así como a los repartimientos de las aguas”.

Es admitido casi sin excepción que Dios determina cuándo, dónde, y bajo qué circunstancias cada individuo de nuestra raza habrá de nacer, vivir, y morir; si será varón o hembra, blanco o negro, sabio o necio; y sin lugar a duda Dios no es menos soberano en la distribución de sus favores, ya que él hace lo que desea con lo suyo. A algunos da riquezas, a otros, honor, a otros, salud, a otros ciertos talentos como el de la música, o el de la oratoria, o el del arte, o el de las finanzas, o la habilidad de estadista, etc.

Otros son pobres, desconocidos, nacidos en desdicha, víctimas de la enfermedad, y viven en infelicidad. Algunos son colocados en tierras donde reciben todos los beneficios del evangelio; otros, sin embargo, viven y mueren en las tinieblas del paganismo. Algunos son conducidos a la salvación por medio de la fe, mientras que a otros se les deja perecer en su incredulidad. Y en gran medida estas realidades externas, que en ninguna manera son el resultado de la elección del individuo mismo, determinan el curso que ha de seguir cada vida y su destino eterno. Las Escrituras y la experiencia cotidiana testifican que Dios da a algunos lo que rehúsa dar a otros. Y si se preguntara por qué él actúa de dicha manera, o por qué no salva a todos, la única contestación válida se encuentra en las palabras del Señor Jesús, “Sí, Padre, porque así te agradó”. Sólo la doctrina bíblica de la caída y de la redención arrojará luz sobre los acontecimientos que vemos a nuestro alrededor.

Recordemos, además, que aquellos que reciben estos dones, sean espirituales o temporales, los reciben por pura gracia, y en lo que a los demás concierne, Dios simplemente decide no conferírselos, ya que él no está obligado a conferirlos a nadie. Las naciones, al igual que los individuos, están en las manos de Dios, y él fija los límites de su habitación, y controla su desatino; y su control de los hombres es tan absoluto como el control que tiene un hombre sobre una vara o un cayado. Estos están en sus manos, y los emplea para realizar sus propósitos.

Los quebranta en pedazos como vasija de alfarero, o los exalta a grandeza, conforme a su buena voluntad. El da la paz y los tiempos fructíferos, las posesiones y la felicidad, o envía las desolaciones de la guerra, el hambre, la sequía y la pestilencia. Todas estas cosas él las ha dispuesto y las ha diseñado bajo su providencia universal con fines inteligentes. Dios no es un mero espectador del universo que ha creado, sino que está presente y activo en todas partes, como el fundamento que sostiene todo y el poder que gobierna todo lo que existe.

Aun cuando el precio de un pajarillo sea insignificante, y su vuelo parezca ser inestable y al azar, con todo, no cae a tierra ni se posa en lugar alguno sin vuestro Padre. “Su sabia providencia ha decretado en qué rama ha de posar; cuáles granos ha de recoger; en qué guarida ha de refugiarse y en qué lugar ha de construir su nido; de qué ha de vivir y dónde ha de morir”.

Cada gota de lluvia y cada copo de nieve que cae de la nube, cada insecto que se mueve, cada planta que crece, cada partícula de polvo que flota en el aire, ha tenido ciertas causas determinadas y tendrá al igual ciertos efectos determinados. Cada uno es un eslabón en la cadena de eventos y muchos de los grandes acontecimientos de la historia han sido determinados por estos sucesos que al parecer eran insignificantes.

A través de todo el curso de eventos hay un progreso hacia un fin predeterminado. El Dr. Warfield ha escrito: “No fue mero accidente el que Rebeca viniera al pozo a darle la bienvenida al siervo de Abraham (Gn. 24), ni el que José llegara a Egipto (Gn. 45:8; 50:20: ‘Dios lo encaminó a bien’), ni el que la hija de Faraón descendiera a lavarse al río (Ex. 2), ni el que la rueda de molino rompiera el cráneo de Abimelec (Jue. 9:53), ni el que la flecha, tirada al azar, hiriera al rey de Israel por entre las junturas de la armadura (1 R. 22:34). Cada evento en la historia no es sino un detalle en la realización ordenada del propósito divino; y el historiador está consciente en todo momento de la presencia en la historia de Aquél que manda aun al relámpago a dar en el blanco (Job 36:32)”.

“En las grandes estaciones de trenes”, dice el Dr. Clarence E. Macartney, “se puede observar muchas veces un lápiz metálico que escribe en grandes caracteres en una pizarra la hora de llegada y partida de los trenes. Dicho lápiz parece que escribe por sí solo, pero sabemos que en alguna oficina de la estación se encuentra el cerebro y la mano de la persona que lo está manejando. De la misma manera podemos observar en nuestra vida nuestras deliberaciones, alternativas y decisiones personales; sin embargo, en la textura de nuestro destino parecen haber otras hebras que nosotros no hemos entretejido. Eventos que aparentan ser triviales ocupan su lugar como parte de los eventos que son de gran importancia”.

El sentido de responsabilidad moral y de dependencia que caracteriza al hombre, al igual que sus súplicas a Dios de manera instintiva en momentos de peligro, demuestran cuan universal e innata es la convicción de que Dios verdaderamente gobierna al mundo y todos los acontecimientos humanos. Pero aunque la Biblia enseña que dicha providencia es universal, poderosa, sabia, y santa, en ninguna parte nos trata de probar cómo este hecho ha de reconciliarse con el de la libertad moral del hombre. Todo lo que basta saber es que Dios sí gobierna a sus criaturas y que lo hace de tal manera que no viola la naturaleza de éstas. Quizá la mejor forma de resumir la relación que existe entre la soberanía de Dios y la libertad humana sea de la siguiente manera: Dios presenta al hombre incentivos externos de forma tal que el hombre actúa en conformidad a su propia naturaleza; sin embargo, hace precisamente lo que Dios ha determinado que hiciese.

La Providencia de Dios

Pruebas bíblicas

Que ésta; es la doctrina de la providencia contenida en las Escrituras es innegable, ya que es admitido aun por muchos cuyas posiciones filosóficas los conducen a rechazarla. A continuación presentaremos un resumen de pruebas bíblicas, que demuestran que todos los eventos tienen un lugar y un propósito señalado por Dios y que la providencia divina es universal, y por consiguiente, que la realización de sus planes se llevará a cabo con absoluta certeza. El control providencial de Dios abarca:

(a) La naturaleza o el mundo físico: “Jehová marcha en la tempestad y el torbellino, y las nubes son el polvo de sus pies” (Nah. 1:3). “Solamente en la tierra de Gosén, donde estaban los hijos de Israel, no hubo granizo” (Ex. 9:26). “Que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos” (Mí. 5:45). El hambre en Egipto les parecía a los hombres ser sólo el resultado de causas naturales; sin embargo José dijo, “La cosa es firme de parte de Dios, y él se apresura a hacerla” (Gn. 41:32). “También os detuve la lluvia tres meses antes de la siega; e hice llover sobre una ciudad, y sobre otra ciudad no hice llover” (Am. 4:7). “Dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros corazones” (Hch.14:17). “¿Quién midió las aguas con el hueco de su mano y los cielos con su palmo, con tres dedos juntó el polvo de la tierra, y pesó los montes con balanza y con pesas los collados?” (Is. 40:12).

(b) La creación animal: “¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre” (Mt. 10:29). “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta” (Mt. 6:26). “Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones, para que no me hiciesen daño” (Dn. 6:22). “Los leoncillos rugen tras la presa, y para buscar de Dios su comida” (Sal. 104:21). “Así quitó Dios el ganado de vuestro padre (Labán), y me lo dio a mí (Jacob)” (Gn. 31:9).

(c) Las naciones: (La humillación de Nabucodonosor fue) “para que conozcan los vivientes que el Altísimo gobierna el reino de los hombres, y que a quien él quiere lo da, y constituye sobre él al más bajo de los hombres” (Dn. 4:17). “He aquí que las naciones le son como la gota de agua que cae del cubo, y como menudo polvo en las balanzas le son estimadas; he aquí que hace desaparecer las islas como polvo” (Is. 40:15). “Digan en las naciones: Jehová reina” (1 Cr. 16:31). “Porque Dios es el Rey de toda la tierra” (Sal. 47:7). “El muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes” (Dn. 2:21). “Jehová hace nulo el consejo de las naciones, y frustra las maquinaciones de los pueblos” (Sal. 33:10). Jehová les dio reposo alrededor… Jehová entregó en sus manos a todos sus enemigos (Jos. 21:44). “Los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová; y Jehová los entregó en mano de Madián por siete años” (Jue. 6:1).

“¿Habrá algún mal en la ciudad, el cual Jehová no haya hecho?” (Am. 3:6). “Porque he aquí, yo levanto a los caldeos, nación cruel y presurosa, que camina por la anchura de la tierra para poseer las moradas ajenas” (Hab. 1:6).

(d) Cada individuo: “Como los repartimientos de las aguas, así está el corazón del rey en la mano de Jehová; a todo lo que quiere lo inclina” (Pr. 21:1). “Por Jehová son ordenados los pasos del hombre, y él aprueba su camino” (Sal. 37:23). “El corazón del hombre piensa su camino; mas Jehová endereza sus pasos” (Pr. 16:9). “En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello” (Stg. 4:15).

“Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas” (Ro. 11:36). “¿Quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido?” (1Co. 4:7). “El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende” (Sal. 34:7). “He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará” (Dn. 3:17).

“Jehová está conmigo; no temeré lo que me pueda hacer el hombre” (Sal. 118:6). “Ahora pues, Jehová, tú eres nuestro padre; nosotros barro, y tú el que nos formaste; así que obra de tus manos somos todos nosotros” (Is. 64:8). “Y la mano de nuestro Dios estaba sobre nosotros, y nos libró de mano del enemigo y del asechador en el camino” (Esd.8:31). “Dios había desbaratado el consejo de ellos” (Neh. 4:15).

“Pero contra todos los hijos de Israel, desde el hombre hasta la bestia, ni un perro moverá su lengua, para que sepáis que Jehová hace diferencia entre los egipcios y los israelitas” (Ex. 11:7). “Entonces el Señor dijo a Pablo en visión de noche: No temas, sino habla, y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal” (Hch. 18:9, 10).

(e) Las obras libres de los hombres: “Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Fil. 2:13). “Y Jehová dio gracia al pueblo delante de los egipcios, y les dieron cuanto pedían” (Ex. 12:36). “Y le concedió el rey (Artajerjes, rey de Persia) todo lo que pidió, porque la mano de Jehová su Dios estaba sobre Esdras” (Esd. 7:6). “Por cuanto Jehová los había alegrado, y había vuelto el corazón del rey de Asiría hacia ellos, para fortalecer sus manos en la obra de la casa de Dios” (Esd. 6:22). “Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra” (Ez. 36:27).

(f) Las obras pecaminosas de los hombres: “Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera” (Hch. 4:27, 28). “Respondió Jesús: (Pilato) ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba” (Jn. 19:11). (David reprendiendo a Abisai con respecto a Simei) “Si él así maldice, es porque Jehová le ha dicho que maldiga a David… Dejadle que maldiga, pues Jehová se lo ha dicho” (2 S. 16:10, 11). “Ciertamente la ira del hombre te alabará; tú reprimirás el resto de las iras” (Sal. 76:10). “Y he aquí, yo endureceré el corazón dé los egipcios para que los sigan (hasta el Mar Rojo) y yo me glorificaré en Faraón y en todo su ejército, en sus carros y en su caballería” (Ex. 14:17).

(g) Los eventos fortuitos o las “casualidades”: “La suerte se echa en el regazo; más de Jehová es la decisión de ella” Proverbios 16:33. “Y echaron suertes, y la suerte cayó sobre Jonás” Jonás 1:7. “Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido… Y les echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías” Hechos 1:24, 26. “Con las nubes encubre la luz, y le manda no brillar, interponiendo aquéllas” Job 36:32. “Y dijo Micaías: Si llegas a volver en paz, Jehová no ha hablado por mí… Y un hombre disparó su arco a la ventura e hirió al rey de Israel por entre las coyunturas de la armadura” 1Reyes 22:28, 34. “Porque la aflicción no sale del polvo, ni la molestia brota de la tierra” Job 5:6. “Y le dijo Jesús: De cierto te digo que tú (Pedro), hoy, en esta noche, antes que el gallo haya cantado dos veces, me negarás tres veces” Marcos 14:30 (Génesis 37:28 y 45:5; 1 Samuel 9:15, 16 y 9:5-10.)

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