Evangelio de ayer lunes
El evangelio de ayer nos enseña muchas cosas sobre Cristo, entre ellas, que Él siempre estará para nosotros. Cada día, al despertar, lo mejor que podemos hacer es elevar una oración de agradecimiento a Dios.
¿Por qué debemos hacer esto? Porque la verdad es que debemos sentir gratitud por todo el regalo tan grande que Cristo nos dio al entregar su vida para redimirnos. Nadie más es capaz en esta tierra de amarnos tanto como lo hizo Jesús. Solamente Dios, y su hijo, podrían haber amado de tal forma al mundo.
Cualquier padre tampoco es capaz de hacer lo que nuestro Padre Celestial sí hizo, desprenderse de su unigénito para salvar a una humanidad pecadora. Estos son motivos suficientes para impulsarnos a buscar a Dios en todo momento, en cada instante, en cualquier minuto del día.
Leer el evangelio de ayer también es una manera de hacerlo. Por ejemplo, si tenemos cinco minutos al día en el que estemos desocupados, no nos cuesta nada dirigirnos hacia la lectura del evangelio del día anterior, porque igual sigue siento palabra viva que emana de nuestro Señor Jesucristo, y su palabra tiene el poder de sanar nuestra alma y darnos paz.
Enseñanzas del Evangelio de Ayer
En realidad, no importa si se trata del evangelio de ayer, o de otros días, porque la fecha es solo un número, pero la palabra de Dios siempre tiene vigencia y viene al mejor momento, para calmar nuestras angustias o ansiedades.
Tal vez, el evangelio de ayer es justo lo que necesitamos para refrescar nuestra alma, porque contiene la respuesta a esa pregunta que nos hemos hecho muchas veces en nuestra mente, o nos dice esas palabras que estábamos buscando. La palabra de Dios siempre nos llega al momento apropiado, bien sea en el evangelio de hoy o el de ayer.
A veces nos encontramos viviendo situaciones que no entendemos, y por muy extraño que parezca, de repente nos llegan las palabras precisas con la explicación de ese momento que atravesamos.
Es Dios, Él siempre tiene algo para decirnos, o para mostrarnos, y la mayoría del tiempo no lo vemos tan fácilmente como pensamos, o preguntamos a nuestro Señor, ¿por qué esto me ocurre? Y solo con el transcurrir de los días, los meses, e incluso los años, comprendemos que fue lo mejor que nos pudo pasar.
Cuando vivimos estos momentos confusos, recurrir al evangelio puede ayudarnos, nos reconforta, porque las palabras de Cristo no fueron dichas en vana, cada una de ellas tiene un peso incuestionable en nuestra vida.
El evangelio de ayer también nos aproxima a la Verdad que Cristo quiere que aprendamos. Cada día, el Señor nos provee de un evangelio para reflexionar, pero se vale releer el evangelio del día anterior y preguntarnos qué efecto tuvo en nuestra vida, si realmente lo aplicamos, o cómo cambió su lectura nuestro día. Este ejercicio de reflexión también nos permitirá ampliar nuestro espectro de comprensión.
No se trata solo de leer el evangelio diario por leer, sino de comprenderlo y ver cómo lo podemos aplicar a nuestra vida. Si leímos el evangelio de ayer, pero ya lo olvidamos y no transformó nuestra vida en ese momento, o para ese día, entonces no estamos haciendo nada.
El punto no es leer y leer los evangelios del día para cumplir y decir que hemos leído un evangelio diario durante todo el año, sino para que las enseñanzas que allí se nos muestran de verdad nos cambien, nos transformen.
Las enseñanzas de Cristo estaban destinadas a transformar nuestras vidas. De hecho, cuando Él vino a la tierra ya era para cambiar toda una realidad: el pecado que nos condenaba y nos obligaba a estar atados a la muerte.
Todas las cadenas que nos sostenían al pecado, a la enfermedad, la vejez, la muerte, todas fueron rotas cuando Cristo hizo presencia en esta tierra, cuando tomó forma humana y decidió estar entre nosotros.
Ninguna persona jamás podría llegar tan lejos por un amigo, pero Cristo es más que eso, y Dios es mucho más que un dios lejano. Dios es nuestro Padre, y con esa prueba de amor dejó en evidencia que le importamos demasiado.
Ahora bien, ¿nosotros qué hacemos para agradarle?, ¿qué hacemos para dejarle saber que estamos agradecidos por ese sacrificio que hizo? Si deseamos agradar a Dios la mejor forma de hacerlo es dejar que cada palabra del evangelio penetre hasta lo más profundo de nuestra alma.
Cuando las palabras de Cristo hacen mella en nosotros, nuestro espíritu es transformado y comenzamos a ver las cosas desde otro punto de vista. Incluso, el mundo terrenal pierde sentido porque sabemos que en el cielo está nuestra mayor ganancia.
Si en este momento creemos que no tenemos tiempo para servir a Dios, pero más adelante lo haremos, no solo estamos despreciado el sacrificio que Cristo hizo por nosotros, sino que también estamos arrojando nuestra propia existencia a un abismo.
Reflexión del Evangelio de Ayer
En el mundo jamás encontraremos personas sinceras y leales como la amistad y el amor que Dios nos da, tampoco podremos ser felices con bienes materiales, porque al final, siempre llegará la tristeza.
Esto ocurre porque el vacío de nuestra alma no puede ser llenado con cosas, sino solo con la presencia de Dios. Nunca es tarde para comenzar a buscar a Dios y a su Hijo amado, Jesucristo.
Desde el mismo instante en el que tomemos la decisión de seguir a Cristo, desde ese momento nuestra vida será renovada, y lo mejor es que ya mismo Cristo nos está esperando.
No permitamos que las palabras del evangelio pasen como polvo en el viento y se dispersen. No. Lo que debemos hacer con este maravilloso obsequio es usarlo para nuestro beneficio.
El evangelio tiene el poder de cambiar nuestra vida y hacernos sentir verdadero gozo, incluso en medio de las dificultades. Seguir a Cristo será la mejor decisión que podremos tomar en nuestras vidas.
Comencemos por leer el evangelio de ayer y reflexionar si realmente ha cumplido su propósito, y si algo en nosotros ha cambiado, así sea algo pequeño. Esto es bastante para Dios.